Que una sea lo que viene después de tonta y no se le ocurra llevar un paraguas cuando hay nubes negras, vale. Pero que al señor cielo se le ocurra llover torrencialmente justo el día que tienes la primera entrevista para ser una esclava en prácticas de trabajo de tu vida es una crueldad nivel acostarte con una prostituta en el GTA 4 y después tirarla al mar.
Lo peor ha sido la vuelta. Tenía dos opciones: o dejarme puesta la chaqueta mojada o quitármela y usarla como paraguas. Así:
Y así fui. Y desde aquí quiero agradecer públicamente al inventor del sujetador. Qué iba yo a saber que si te mojas llevando una blusa blanca se te puede ver hasta lo más profundo del alma…
De repente mi suerte dio un giro radical cuando al estar llegando a la parada del autobús vi MI autobús. Estaba allí, rodeado por un aura mágica al son de una canción monosilábica cantada a coro por unos ángeles que pasaban por allí. Casualmente. Así que empecé a correr como si no hubiera un mañana, feliz, mientras bendecía a todos los dioses, a los antiguos y a los nuevos. Y es entonces que, cuando estoy casi en la puerta, el conductor la cierra y se va. Así, sin piedad. El muy hijo de Satanás. Y me quedo sola, con un paraguas de trapo y una probabilidad de 1 – α, siendo α igual a 0.05, de tener un pez en las botas, en una parada de autobús cuya compleja estructura arquitectónica consiste en un palo clavado al suelo, mientras la gente seca mira con compasión desde sus coches con techo a la pobre sin-paraguas.
Y ya, en el autobús, una señora digna de las del feisbus me pregunta:
- ¿Se te ha olvidado el paraguas?
- No, señora, es que ésta me pareció una excelente oportunidad para mojar las bragas. Sí.
Y todo para que al final las prácticas duren más de lo que me queda para irme de erasmus a Praga, donde probablemente le ponga un punto y final a mi vida al morir de hipotermia por olvidar de nuevo el paraguas.